Mejoran la memoria.

   Los juegos educativos que implican actividades relacionadas con la memorización, concentración y las matemáticas son un gran motor del desarrollo cognitivo. Al basarse en la repetición de patrones, se pone en marcha la capacidad de memorizar del niño, lo que conlleva un importante estímulo para el cerebro y la memoria.

Preparan para el fracaso.

Los juegos aportan a los niños un entorno seguro y familiar en donde aprender a través del fracaso, ya que deben gestionar que “no siempre se gana” y analizar los errores cometidos que deberán subsanar para obtener mejores resultados la próxima vez.

Mejoran la autoestima.

Los juegos infunden sentimientos positivos que se asocian al logro. La mayoría de los juegos ofrecen recompensas a los pequeños que hayan alcanzado el objetivo determinado, lo cual estimula directamente la autovaloración de quienes participan.

Habilidades sociales.

   Los juegos educativos ayudan a que los niños desarrollen sus habilidades sociales y de interacción gracias a que fomentan  una comunicación, organizada y diplomática entre los que participan.

Habilidades motoras.

Sobre todo en los bebés, aquellos juegos educativos y didácticos que requieren de interacción física con los elementos del mismo son una gran ayuda para que el niño desarrolle su motricidad y comience a conocer su cuerpo y a controlar mejor sus movimientos.

Concentración.

Distintos estudios apuntan que los juegos de mesa educativos aumentan considerablemente el espectro de concentración de los niños que los juegan con regularidad.

Respeto de las normas.

La necesidad de adaptarse a unas reglas para el adecuado desarrollo del juego y la correcta interacción entre todos los participantes, hace que el niño entienda la importancia de respetar las normas como parte importante de la convivencia y el respeto a los demás.